Sí, hay un interrogante entre paréntesis. Todavía no lo sé seguro, pero casi.
En abril hará un año que cesé en mi anterior puesto para coger el que tengo ahora. Al principio todo pintaba más que bien, y realmente fue así… Mejor sueldo, mejor horario, mejores condiciones, contrato más largo… Yo no podía creer que me hubiera tocado esa «lotería» en plena crisis. La verdad es que no ha pasado nada raro… quizá no es tan bonito como lo pintaban, pero eso entraba dentro de las posibilidades valoradas por mí.
Lo que creo que ha pasado es que, sin darme cuenta, me he estancado. Tengo un trabajo muy cómodo. No me apasiona, pero tampoco me disgusta. No está cerca de casa, pero tampoco demasiado lejos. No cobro un gran sueldo, pero tampoco me puedo quejar. Mis compañeros son gente maja, pero tampoco me iría de cañas con ellos. Es todo como muy tibio. No estoy triste allí, pero tampoco felicísima.
Esto al principio me chocó, porque he tenido trabajos en los que he sido muy feliz estando allí, no me ha dolido ni una hora que trabajé de más, y ahora sí. Me da la impresión de que estoy hasta perdiendo color, ya ves que chorrada.
Quizá tenga que ver con el poco dinamismo de la administración en la que estoy (pública), casi para dar un paso hay que hablar con Bruselas. Esto ralentiza todos los trámites que queremos hacer al máximo. Se pierden en detalles y en números, y al final lo importante es lo de menos. Todos parecen poco conformes con esto, pero nadie hace nada, y la verdad es que tampoco puedes luchar contra ese mastodonte que es la Organización (con mayúscula).
Quizá también influye el hecho de pensar que este proyecto tiene una fecha de finalización y después sólo incertidumbre, no se sabe que pasará con nosotros.
Puede ser, que las estadísticas mensuales del rendimiento de nuestro trabajo haciendo comparativas entre compañeros tampoco ayuden. Ya nos cuidamos nosotros de que esto no signifique más de lo que es, pero a todos nos afecta que nos digan «cuando cómo y cuanto» de nuestro trabajo. Por no hablar de objetivos sobredimensionados a los que hay que llegar sí o sí.
A parte, el sueldo ya me lo han bajado dos veces, pero eso ya es casi lo de menos, prácticamente insignificante, pero también está ahí.
Y lo que viene a ser la guinda del pastel es una nueva oportunidad que se ha plantado delante de mí, y que con aires juveniles me mira desafiante, parece que hasta me habla y me dice «que? te vienes conmigo?»… casi le veo hasta guiñarme un ojo.
Sería renunciar a lo «cómodo», irme algo más lejos de casa, cobrar bastante menos, dejar la seguridad de la empresa pública (seguridad? si soy interina!)…
Sería empezar algo nuevo, en un gran sitio, con nuevos compañeros, mucha actividad y nuevas formas de trabajar…
Todavía no me han concretado condiciones y todo son especulaciones que voy haciendo en mi cabeza, la semana que viene lo sabré todo.
Estoy nerviosa y contenta a la vez, aunque igual luego lo que me ofrecen no me convence y tengo que recoger velas, también es otra posibilidad.
¡¡Se me va a hacer eterna la semana!!